Ya os hemos contado en
otras ocasiones parte de la filosofía que hay detrás de nuestros
cuentos. Seguro que os suena eso de que planteamos historias
educativas en valores para que los peques de la casa saquen, además
de un rato ameno con su cuento, un mensaje de compañerismo, de
solidaridad, de deportividad, de no juzgar, o de superación. Entre
otros.
Otro aspecto educativo
que resaltamos en nuestros cuentos es el lenguaje que utilizamos al
elaborarlos. Por supuesto, los cuentos, cuentos son, y los pequeños
lectores (especialmente los primeros lectores) necesitan un lenguaje
adaptado a sus necesidades lingüísticas y lectoras. Sin embargo,
eso no quiere decir que necesiten un lenguaje en exceso disminuido,
aunque tampoco vamos a ponerles una prosa propia del siglo de oro.
Siempre hemos oído eso de que los niños “son esponjas” y es una
gran verdad, por lo que no deberíamos preocuparnos de que nuestro
niño se enfrente a un texto complejo cuando comience a leer.
Complejo no quiere decir, necesariamente, difícil, sino elaborado,
con palabras que pueden resultarles nuevas, expresiones desconocidas,
o una razonable cantidad de texto.
Lo primero que atraerá a
un niño a un libro será la historia (si le gusta el fútbol, pues
le atraerá de primeras un cuento de fútbol), los dibujos (puede
gustarle más un estilo u otro), pero rara vez un niño desecha de
entrada un bonito cuento porque tenga más de dos líneas de texto
por página, o porque no entienda una palabra. El truco para que
nuestros pequeños no teman leer cuentos con más texto o con un
lenguaje más elaborado no es otro que “estar ahí”.
Dependiendo de la edad,
un peque o un chaval podrá leer solo un cuento o no. Si no puede
leerlo todavía porque no sabe, los papás son una oportunidad de oro
para educar en el hábito lector. Podemos utilizar un cuento con un
niño que no sepa leer, leyéndoselo nosotros mismos, enseñándole
los dibujos y explicándoselos, contándoles la historia aunque no la
leamos al pie de la letra y simplifiquemos. El cuento tiene muchas
vidas, y un cuento sirve para muchas edades si tiene los compañeros
perfectos: un niño o una niña, y un adulto con disposición a
contárselo y adaptarlo a sus necesidades.
Si esperamos que una niña
de tres años coja un cuento y lo lea sola y en silencio, quizás
fracasemos en inculcarle cultura lectora. Pero si leemos con ella o
para ella, si le explicamos las palabras que no entiende, le
enseñamos a pronunciarlas, le explicamos sinónimos más sencillos o
más difíciles, entonces estaremos ayudando a que haya un pequeño
lector más, que puede que sea lector el resto de su vida.
En El Gato Gafotas
procuramos personalizar el texto de nuestros cuentos infantiles
adaptándolo a la edad del niño o la niña. Un mismo cuento se puede
adaptar para una niña de nueve años incluyendo algunos párrafos
nuevos, o se puede simplificar para que una peque de tres añitos lo
entienda perfectamente, aunque somos favorables a darle la vida más
larga posible al cuento optando por un leguaje y una prosa elaborada,
que el pequeño lector terminará comprendiendo perfectamente, y que
habrá aportado mucho a su vocabulario, habilidad lectora y
escritora, y a su imaginación y creatividad.
Este es un ejemplo de una de nuestros cuentos infantiles. Lo han leído (y se lo han leído a) niñas de diversas edades, y siempre sin problemas:
Recuerda que solo
necesitan que estemos a su lado y les guiemos. Capacidad les sobra.
El Gato Gafotas